Los colores se escondían y solo relucía el grisáceo andar de la mina de carbón
que se había paseado por olvidadas páginas tras haber dejado inscrito su legado
en un papel arrugado.
Se anunciaba el abrir y cerrar, el hojear, paginear y el leer entre líneas del libro que rozaba sensualmente esa mina traviesa. Las páginas iban sucediéndose y vagamente despertaban interés, hasta la # 48. Era una carilla como todas, llena de grafías, línea tras otra, párrafos amontonados, pero sobresalía un encabezado ennegrecido y un tanto grande:
La vista no logró bajar y se estancó en la parte superior derecha, en una manchita cuyas aristas visibles señalaban el orden que debía seguir la lectura de la página. Siendo el siguiente:
1°. Desde el título, de derecha a izquierda.
2°. El quinto renglón, desde la penúltima palabra y a la izquierda.
3°. Desde la mitad del séptimo renglón y a la derecha.
4°. La primera palabra diagonal al segundo renglón, en la otra carilla.
Así es como se dibujó un hermoso mapa de seguimiento para hilar ideas, mas no fue seguido porque los sentidos se enfocaron en ese punto inicial, un muy inusitado centro que señalaba las direcciones con sus formas que habían sido de tejido vivo hasta la dolorosa opresión que las destrozó.
¡Sí, eso, había perecido entre las páginas!
Un zancudo apachurrado por las fibras de celulosa cuyas
entrañas se habían esparcido por la presión, y que extraño,
una de sus alas yacía sobre la palabra personas.
Sin duda alguna una visitación extaciante para mí, para la mina de carbón del lápiz, y ni que hablar para el pobre zancudo.
2 comentarios:
pobre zancudo..... mmm... interesante descripcion de los hechos.... ahhh..... suceso simple pero elaborado.....
..lo que puede suceder en una hora de clase.... o cuando se divaga frente a un libro...
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