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Cerebros agotados. La frescura de la tranquilidad ha rehuído de ellos, sólo el estrés los domina y los sume en la tensión. su accionar se ha limitado a mínimas insinuaciones de originalidad, y se confunden con la monotonía marcada de la humanidad. Tarde o temprano mostrarán indicios de agonía, que se repartirán por los poros de sus respectivos cuerpos denotando amargura, y falta de emotividad.
La vida es lo que es. La historia resultado de decisiones e indecisiones. Vertientes por un lado y por otro, lo que han llamado elegantemente, bien y mal. A la larga todos esos factores han configurado el mundo como lo sabemos, nuestro gran hábitat humano que siempre nos trae diversas reacciones por su existencia y esencia. En fin, cientos de mentes presas de sus labores cotidianas, que de un momento a otro reflexionan, y no se ven como en su juventud. Tantos anhelos e ideas, que se fueron diluyendo en el desierto de la madurez.
Y es así, precisamente, como estos cerebros tientan a la fortuna para desligarse de sus pesados procesos diarios, por medio de divagaciones o cualquier otro distractor, que refresque su reseca materia nerviosa, que extenuada clama por sosiego. Y he aquí que cobra sentido la sinrazón, la locura, y por sobre todo la sensación de sentir que tu mente vuela, libre e indiferente a los preceptos vacuos del conformismo.