Desde que me dieron derechos me siguen
agrediendo con sutileza, con palabras bonitas, atentas y prometedoras. Cada vez
que me nombran sólo es para justificar esa atractiva formalidad que por fin me
hace visible ante los ojos vendados del ser humano. Exploran todos mis
ecosistemas para encontrar aquello que tanto desean, que tanto satisface su
curiosidad y ansia de conocimiento, aquello que podrá garantizar la
supervivencia de la especie a futuro. Siguen pugnando por adueñarse de todo
como si la vida estuviera a su entero servicio, como si no existieran otros
seres sensibles, como si sólo ellos habitaran bajo mi amparo.
Mientras continúan descubriéndome para llenar
sus registros y catálogos con muestras vivas de mi diversidad, alimentan su
sabiduría y su poder sin ningún escrúpulo dejando en claro que el antropocentrismo es en realidad la medida de
todas las cosas. Dicen respetarme, pero no por el hecho de estar viva sino
porque las especies son recursos estratégicos, son riquezas valoradas de
acuerdo al uso humano, son cifras, son materia prima, son información valiosa
para el mundo científico, empresarial, farmacéutico, sólo en ese instante vale
la pena conservarme.
En la actualidad, el “desarrollo” investigativo ha dado una
pauta para el aparecimiento de un nuevo paradigma que gana terreno en varias
esferas de la actividad humana, de modo que han surgido criterios y términos
como los siguientes:
Bioconocimiento
Biomateriales
Bioprospección
Bioinformática
Biotecnología
Biopiratería
Y por ello no me extraña en lo absoluto que
todas las especies sean registradas e inventariadas en el laboratorio humano
donde todo se convierte en mercancía y en donde la moda del Bios
subyugará por entero a la vida misma, es decir esclavizándome a mí que pòr millones
de años había sido íntegramente libre.
Atentamente
LA NATURALEZA