Los animales recorrían los espacios una y otra vez, como si a cada instante éstos se renovaran completamente y debieran ser registrados por segunda ocasión. Subyugados por los hábitos de especie, relamían sus hocicos y husmeaban por golosinas, porque más vale degustar lo que sea cuando exista la posibilidad a despreciar algún bocado. Comportamientos circunstanciales, como los que muchas veces suceden en nosotros pero que preferimos no admitirlos por nuestra "humanidad" y recurrimos a la persona que socialmente somos, es decir lo que presentamos al resto de nuestro yo, ocultando siempre la sombra que determina nuestro pasado puramente animal.
El panorama hambriento me recordó que no me había alimentado hasta ese momento, e imaginariamente me igualaba a aquellos canes buscando alguna sustancia comestible que pudiera aprovechar aunque sea por los suelos. Verme olfateando junto a ellos fue una imagen que acechó mis convencionalismos hasta llevarme al:
¿por qué no?....
En ese instante lo único que nos diferenciaba era el collar, al contrario de ellos yo aún no tenía propietario.
Puede ser que nuestros collares estén, pero no en el plano visible.