Las ramas briosas por los vientos vespertinos soportan sobre sí a las aves vacilantes, mientras éstas husmean la tierra en busca de insecto - proteínas. Hojas muertas y errantes coquetean con el pasto apaciguado que no se traga su juego y las deja en su ir y venir.
Ese umbral parece infranqueable mas mi codo lo revolotea con un simple borrón, ahora al fin quebrantado el cerrojo, formo parte de la cósmica realidad que se encuentra a mi alrededor y como cualquier ente ligero que se lo lleva el viento, me libero.