jueves, 22 de septiembre de 2011

Literal

A cierta hora, algunos jóvenes de grisácea cabeza mantuvieron tertulia literaria con una audiencia algo similar en cuanto a edad, salvo evidentes excepciones. Compartían nociones y contaban anécdotas con la jovialidad del caso, logrando sacar ciertas risas de uno u otro asistente. Los flashes de las cámaras hacían más notoria esa rebozante juventud mientras algunas señoras del público empezaban a estornudar o toser como toda digna reunión se merece. Mientras, yo sostenía con algo de inquietante no curiosidad un diario algo informativo que en la entrada se obsequiaba.

Ideas y nociones que iban y venían, de repente estabas en el umbral de la puerta sacándote un viejo gorro de la cabeza para unirte a la envidiablemente diversa audiencia que se dió cita a los conversatorios. En un principio pensé que te sentarías pero tu intención al parecer fue guardar distancias prudenciales. Luego lo comprendí, al parecer nadie te había invitado y al pasar viste una concurrencia que simplemente llamó tu inocente atención.



Siguieron las lecturas y notaste mi presencia entre el todo humano que se posaba en esas sillas poco cómodas. A la par dejabas escapar ciertas risas impulsivas y el resto automáticamente exigió silencio, por ahí alguien dijo "un loquito"... y tú seguiste indiferente a sus reacciones. Las cámaras enfocaban a todo sitio menos hacia donde te encontrabas observando fijamente hacia algún punto del espacio como si de éste salieran las voces y no de los escritores que a su cargo leían sus poesías y daban sus nociones acerca de la misteriosa inspiración para generar líneas con sentidos.

De repente, sentí que tus ojos me dijeron algo, tal vez invitándome a saltar o a jugar un rato afuera sintiendo el frío de la tarde-noche, o reir a carcajadas libremente y existir tal y cual somos, dejando esa tediosa formalidad. Finalmente me cansé y quise cederte mi lugar, pero supiste romper el silencio que habías traído contigo al decirme:
-No tranquilo, ya me iba. Total de la poesía no me alimentaré diariamente.

Te diste vuelta y pude ver las pulseras y aretes que cargabas contigo junto con tu gastada mochila, esperando venderlos para costear tus necesidades del día.

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