domingo, 11 de septiembre de 2011

Décimo 3° Intento

Inexplicables sonidos hacen aparición en una de aquellas tantas noches que se anhela el sueño. La sombra que llama a participar al subconsciente de la tertulia con las neuronas adormecidas se ve desplazada por ciertas ondas que perturban el microambiente que el oído crea con la textura de la almohada. Crujidos fuertes e intermitentes impacientan incluso a algunas bacterias que como todo ser animado requieren recuperar energías con el instante de la añorable quietud.


"Libérame o me libero"


Los cimientos y columnas estremecidos por las fuertes sacudidas que brotan con la misma intermitencia.  Aquella voz, ronca y lúgubre, ondulaba cada uno de los cuartos completando el cuadro de atmósfera desesperante hasta un estruendo terminal que derramara la tierra por el piso y trizara la fundición del concreto. Las raíces derrotaron a las fibras producto de la imperiosa necesidad humana de establecer límites por doquier, con relativa comodidad.



Ahora casi destruido el espacio y tras el perfecto anclaje de las raices zancudas con la tierra del exterior, los insectos celebran la victoria, unos se columpian en las hojas, otros se deslizan por esos anclajes como si de toboganes se tratase, los pajarillos rodean la escena y contemplan con admiración como las ventanas destrozadas dan paso a esas raices que se abrieron caprichosamente hasta adentrarse con la poderosa progenitora.

Fue así como el sueño nunca llegó y la velada terrorífica sumió en la sinrazón a la compleja mente del indigente que contempló la destrucción desde el umbral del pórtico contiguo.

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