lunes, 17 de octubre de 2011

Sospechas


- Es posible que alguien nos haga daño.
- No lo creo, se ven tranquilos.


Ceñidos de improvisto a la preciosa sensación de alerta, los cerebros conjugan procesos de inexplicable placer que ocasionan reacciones mínimamente conocidas en cada cuerpo, organismo, porción de materia, en fin, instinto de supervivencia que sobrevive en el animal cultural. Uno más de los perfectos residuos de naturaleza que en el carácter se archiva con cierto recelo del individuo que permanentemente racionaliza sus actos con gran minuciosidad para no aparecer como grotesco.




Y sin embargo, la música estridente seguia sonando sin ninguna interrupción. Los ladrillos retumbaban al son de esas ondas que incluso hacían vibrar las conexiones del cableado de cobre. Los muros ya no soportaban el peso de los aletargados y ablandados que seguían dejando abatir a través de sus gargantas ese elíxir de fermentos, mientras las mesas se seguían asfixiando con el continuo y atiborrante humo tóxico del legal.
Conversaciones dispares que el aire comprimido no lograba dilucidar para no entreverarlo todo en simples ruidos compuestos de incomprensiones.


Territorialidad
  

Ingresan no sin temores las señoritas. Sus cabelleras no deslumbran ni a las moscas son casi por completo ignoradas, salvo por el niñito que vendía caramelos que se acercó sin titubeos. Ni siquiera sus pantalones apretados y sus blusas escotadas surten efecto alguno en los consumidores del sitio, abstraídos por su adicción. La aparente sensualidad se desvaneció tras superarse el umbral de la indecisión generando frustraciones en el ego de aquellas.  


- Te lo dije, son personas tranquilas. Incluso mira, hasta se ven inocentes.

- Son sólo frutas, eso no prueba nada.


Dosis de adrenalina, la tensión inherente de lo prohibido emerge en lo recóndito de los gestos de los hombres que sostenían el fruto. Lo acercaban a su boca y de inmediato lo alejaban no sin antes avistar panorámicamente los alrededores. Las chicas resignadas a su suerte fueron a la barra a pedir cualquier bebida y dejarse llevar por las pendientes del desánimo. 



 CRAK¡¡¡....


- Ahí está el muy maldito, sosteniendo su lápiz y su libreta, creyendo que no lo notaríamos. Así es la comunicación hoy en día, el espionaje de vidas cotidianas. ¡Dénle su merecido!... 

- Maldición quiero fumar en paz.



Suelto mis narraciones y de un salto esquivo la botella proveniente de una de esas manos paranoicas o delirantes, tan sólo por encontrarme en el lugar equivocado y en el momento menos apropiado.



 - Sabes amiga, concluí que... ¡Hay que legalizar la ganjah!
- Sí, pero salgamos antes que ésto se ponga feo.
 

2 comentarios:

solosalo13 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
solosalo13 dijo...

no amigo, no estoy enojada, y si tu estas enojado, perdón, EN SERIOOOO, PERDÓOOOON, wenop. Aún no leo tu libro... no te lo pienso devolver mientras no lo lea, y no lo leo mientras no me digas que no estas bravo (y te vea la cara d que estas fresco), y... me dejaste con ganas de ver mas clown...

PD: perdonaras q use u blog pa' esto, pero no se como comunicarme contigo, ejej