jueves, 19 de marzo de 2009

Intensidad

(Breve relato)



Abrumadora la oscuridad que se colaba por las polvorientas paredes de esa casa de verano. Noble y sublime oscuridad que incita asombro y despierta emociones. Aquella que inspira, siendo a la vez amenazante.

Se acercaba con sigilo a la ventana, una y otra vez hasta sentir como la adrenalina se apoderaba de su cuerpo y como todos sus sentidos se disipaban para terminar confundiéndose con la inmovilidad o el más puro estado de petrificación. Inmediatamente pobló su mente de ideas que quisieron explicar esa reacción tan perturbadora tras asemejar las formas vegetales del exterior con los más inimaginables y terroríficos seres antropomorfos. Quizás salidos de vagos sueños. Aún así no lograba mitigar ese inusual estado de ánimo, pero poco a poco se fue adentrando en imágenes creadas por su cerebro que no lo tranquilizaban en lo más mínimo.

Susurró varios versos metafóricos, los que venían de su subconsciente de una forma espontánea pero cruel, porque lo adentraban todavía más en las indeterminaciones lógicas. Ahora se apoderaba de él la confusión y sin poder librarse de ella, sólo se dejó llevar. Todo este éxtasis emotivo y las más disparatadas asociaciones entre ideas muy disociadas despertaban un sentimiento irónico en su ser. Pero simultáneamente pensaba que tal vez todo era producto de alguna droga que quizás consumió instantes antes. No, definitivamente no. Porque no había evidencia alguna de aquello.

Luego de seguir divagando y de sentirse cada vez más aislado de sí mismo, decidió no darle más vueltas al asunto. Esperaría a que todo pasara, sea esto un shock o un efecto alucinógeno de cualquier sustancia, que para colmo no recordaba haberla ingerido, o fumado, o inhalado. Extrañamente no sabía tampoco como empezó todo pero sentía el sudor frío, aparentemente del pánico, que posiblemente fue el primer paso de esa situación, relajante aunque incómoda. Desesperado al fin por su fluir de consciencia y por no encontrar aprente explicación para el fenómeno, optó por algo simple. Dormir y luego esperar encontrar la puerta de entrada a su cotidiano "mundo normal", o la salida a la vacuidad formal.