martes, 31 de mayo de 2011

Décimo 2° Intento

La tarde se mostraba opaca y las ansias de recibir un poco de lluvia en la frente producían en la mirada un continuo y expectante anhelo hacia las nubes, lamentablemente urbanas, pero que guardaban algo de su naturaleza. El estómago gemía y la quemazón producida por el enérgico sol incomodaba con breves y punzantes ardores cutáneos. Luego, la mirada se fue a jugar con los dos fieles cuadrúpedos, que, a juzgar por los collares, tenian dueños. Se veían algo desesperados buscando incesantemente cuerpos sólidos saboreables para sus paladares, me recordaban la hora del almuerzo y nuevamente los gemidos de antes, inoportunos, saltaron a flote.

Los animales recorrían los espacios una y otra vez,  como si a cada instante éstos se renovaran completamente y debieran ser registrados por segunda ocasión. Subyugados por los hábitos de especie, relamían sus hocicos y husmeaban por golosinas, porque más vale degustar lo que sea cuando exista la posibilidad a despreciar algún bocado. Comportamientos circunstanciales, como los que muchas veces suceden en nosotros pero que preferimos no admitirlos por nuestra "humanidad" y recurrimos a la persona que socialmente somos, es decir lo que presentamos al resto de nuestro yo, ocultando siempre la sombra que determina nuestro pasado puramente animal.






El panorama hambriento me recordó que no me había alimentado hasta ese momento, e imaginariamente me igualaba a aquellos canes buscando alguna sustancia comestible que pudiera aprovechar aunque sea por los suelos. Verme olfateando junto a ellos fue una imagen que acechó mis convencionalismos hasta llevarme al:  

¿por qué no?....


En ese instante lo único que nos diferenciaba era el collar, al contrario de ellos yo aún no tenía propietario.


Puede ser que nuestros collares estén, pero no en el plano visible.


1 comentario:

Iria Vigée Lebrun dijo...

puramente vivencial, agradable... todos tenemos los mismos impulsos y necesidades