lunes, 19 de julio de 2010

Espantapolvos



Rozamiento, las cerdas acariciando pavimento y concreto, llevan consigo desperdicios, residuos, todo tipo de materia despreciada. Sosteniendo el utensilio, unas manos callosas empapadas de sudor en aquella ardorosa mañana, clamando reposo. Prendas mugrientas que no escapan al hedor de la putrefacción vistiendo al hombre. Uno de los que dedican su vida al "trabajo sucio", para toparse con esa realidad de la indiferencia y el olvido. ¿Será acaso que las desdichas pueden ser barridas, y dar paso a terreno limpio?


Limpiar la suciedad, ser parte de una solución muy pasajera que la inconsciencia se encarga de ignorar, para luego caer en ese perturbante círculo vicioso. El hombre asediado por la furia y la impotencia, trata de contrarrestar esa adversidad con vagos anhelos que luego se confunden entre los escombros y se pierden como partículas de polvo llevadas por el viento. Todos sus colegas, deben tener algo que consuele su incansable trajinar, pero qué. Claro, esperan el final del día para llegar al hogar de sus seres amados, eso es, él hará lo mismo. Recogió flores secas día tras día, y en su aposento, creó un arreglo floral al que lo etiquetó con una frase:

  Para mi amor en espera.

1 comentario:

Marisa dijo...

Una historia se esconde detrás del rostro, pero en la multitud, somos solo un conjunto de rostros sin miradas...