viernes, 15 de mayo de 2009

Divagaciones

(Breve relato)

El frío encarnado en forma de una repentina ráfaga de viento sacude y agita el sudor de mi cuello, refrescando la piel y calmando un poco la tensión acumulada por el calor concentrado en el sitio en el que me encuentro, aquel lugar en donde todo lo relevante y a la vez trivial sucede, siempre confundiendo mi existencia. Simultáneamente una infinidad de vanalidades carcomen mi mente obligándome a maquinar situaciones absurdas, e incluso ilógicas, pero no irracionales. En ese preciso instante vienen a mi cabeza recuerdos que sin ser necesariamente emotivos, alteran notablemente mi estado de ánimo.

Minutos después que, refrescado por el viento y conmovido por la tranquilidad, despierto de mi letargo disipador, por fin me encuentro en el mismo sitio en donde estaba hasta hace unos instantes, o tal vez horas. Contemplo en la oscuridad, con admiración indeterminada esa impresionante abertura del entablado del piso que va desde una esquina hasta encontrarse con el filo de una deshilachada alfombra. La causa de dicha abertura, hambrientas y pasajeras termitas que en cuestión de breves lapsos destruyen sin ningún tipo de consideración, y con relativa facilidad todo el trabajo inútil del hombre.

Otra vez, mi mente es víctima de las retrospecciones que acechan constantemente mi inconforme existencia. Recuerdo aquella ocasión que por primera vez sentí algo de felicidad.. Fue algo muy espontáneo pero, cuando apareció ella, mi vida tomó un nuevo rumbo casi inconsciente, y ya me hallaba profundamente conmovido con su fascinante presencia. Al parecer yo encontraba un gran alivio junto a ella y la tranquilidad me tomaba por sorpresa, apagando momentáneamente esas ansias de estar completamente solo. Todo esto me marcó para siempre, y por más que lo intente no podré olvidar lo agradable que fue mi existencia mientras ella estuvo presente.

Ahora ella ya no está, murió, y abro los ojos preguntándome el por qué de su misteriosa desaparición o muerte. Solo se que todo volvió a la normalidad y me resisto a creer que posiblemente ella era el sentido de una vida tan confusa como la mía. Nunca me había sentido tan a gusto, pero como ya es costumbre en mí, esa relación no duró mucho. Ya no espero nada de la existencia y la humanidad cada vez me frustra más. No supuse tocar fondo de esta manera tan abrupta y solo después de que ella ya no estuvo conmigo; fue algo inimaginable para mi estado de ánimo, y hasta para mi forma de ser.

Siendo honesto, no sucedió nada extraño para que ella haya desaparecido de la manera más inexplicable. Ahora que lo recuerdo con mayor claridad, y después de haber hilado hechos de aquel pasado conmovedor que trastocaron la vida de este individuo, yo fuí en parte el mayor culpable de que ella ya no esté junto a mí, es decir en este momento admito mi responsabilidad ante lo sucedido. Así que fuí el victimario, y penosamente, la víctima a la vez. De hecho, y para no esquivar más el tema, se con exactitud lo que le sucedió; fui yo quién la asesino. No he mencionado hasta ahora quién era ella, pero creo que ya es momento, su nombre era Conciencia y abrumaba mi existencia, pero cuando la voluntad te juega una mala pasada terminas por hacer, ilógicamente, lo que yo hice.

Ahora que la única razón por la cual sentía un deseo de vivir ya no existe, me encuentro atado a esta silla, mesa, y a este papel, escribiendo incipientes líneas que estoy seguro que nadie las leerá, pero eso no me importa, porque escribiendo me siento levemente bien conmigo mismo. Me encuentro afligido como siempre, y como nunca, el deseo de suprimirme me ha embargado por lo que tengo en mi mano izquierda una sustancia cuyo nombre no me es relevante, pero que me dijeron que terminará esta irrealidad llamada “vida”. Al ingerirla, y en unos cuantos segundos, por fin me igualaré a la nada.

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