miércoles, 31 de marzo de 2010

Deserticerebral




Cerebros agotados. La frescura de la tranquilidad ha rehuído de ellos, sólo el estrés los domina y los sume en la tensión. su accionar se ha limitado a mínimas insinuaciones de originalidad, y se confunden con la monotonía marcada de la humanidad. Tarde o temprano mostrarán indicios de agonía, que se repartirán por los poros de sus respectivos cuerpos denotando amargura, y falta de emotividad.

La vida es lo que es. La historia resultado de decisiones e indecisiones. Vertientes por un lado y por otro, lo que han llamado elegantemente, bien y mal. A la larga todos esos factores han configurado el mundo como lo sabemos, nuestro gran hábitat humano que siempre nos trae diversas reacciones por su existencia y esencia. En fin, cientos de mentes presas de sus labores cotidianas, que de un momento a otro reflexionan, y no se ven como en su juventud. Tantos anhelos e ideas, que se fueron diluyendo en el desierto de la madurez.

Y es así, precisamente, como estos cerebros tientan a la fortuna para desligarse de sus pesados procesos diarios, por medio de divagaciones o cualquier otro distractor, que refresque su reseca materia nerviosa, que extenuada clama por sosiego. Y he aquí que cobra sentido la sinrazón, la locura, y por sobre todo la sensación de sentir que tu mente vuela, libre e indiferente a los preceptos vacuos del conformismo.

lunes, 15 de marzo de 2010

Radios

Rueda de bicicleta; Marcel Duchamp

Andan a pedales los anhelos, esquivando máquinas a motor, vacias y frías, Se detienen ante el ruido, giran y siguen. Tumban basureros con facilidad, dejando atrás todo el deterioro diario, relegando a rastras el vacío y la conformidad . Es la alternativa sana a la movilidad, gentil con el ambiente, y frágil en si misma ante el peligro del atropello.

Esquivar y esquivar. Sentirse fuera de tono y continuar por el camino que rehuye la comodidad. Valerse por si mismo y por sus músculos, los cuales, àvidos de energías que se recompensan con agua, frutas, y algo que contenga dulce.

Pedaleando hacia donde quiera, con un rumbo definido, o no. El sudor que resbala por los poros, reconfortante residuo que humedece tejidos, agota y obliga a parar. Jadeo tras jadeo, con el sentir de haber cumplido. Respiraciones agitadas que llenan los pulmones de aire y un corazón palpitando aceleradamente, indicios de una pedaleada consciente de sí, y de aportar en algo a la descontaminación del planeta.