viernes, 25 de septiembre de 2009

Atrapado

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Su destino, el mayor recrudecimiento en su mente. Profetas y oráculos que parecieran confabulados en depararle el peor de los finales, en manos de una muerte cruel pactada por los "sabios líderes" que encontraban en su comportamiento rasgos de inadaptación. Si renunciaba a su vida, miserable y terriblemente rutinaria, no le podía suceder nada, pensaba con desdén.

No tuvo otro remedio que confinar su existencia a un templo espiritual. Idólatra de su nuevo Dios, renunció a todo rezago de humanidad. Despreció las profecías, y fácilmente pensó haberlas evadido de la manera más ingeniosa. Convencido de su victoria ante su inminente infortunio se conformó con su nuevo modus vivendi.

Sin embargo, nunca pudo dejar atrás aquella inefable y desbordante pasión por el fluído vital rojo que emanan las venas y arterias de los animales. Saciar su sed, o morir de todas formas, un auténtico dilema que lo llevó a las fronteras de la cordura. Luego cayó vencido al abismo de la demencia, que lo absorvió como un agujero negro. Deliraba en las noches mientras pronuciaba yahuar, yahuar, yahuar incansablemente hasta desmayar.

Sumido en su propia desgracia, la única solución para reencontrase a sí mismo era satisfacer sus deseos. Su organismo, el único a su alcance, mitigaría sus ansias. Empezó a beber su propia sangre. Así es como él fue presa de sus instintos voraces y a la vez anormales. Aquellos sabios líderes que rigen muchas veces por encima de ese detallito llamado razón.





NOTA.
Yahuar (Kichwa) : sangre.