domingo, 14 de junio de 2009

Resonante disturbio



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Sonidos perturbantes e incómodos interrumpen la actividad que me encuentro realizando. Automáticamente mi cerebro intenta reconocer tal ruido, al asociarlo mi actitud se transforma y adquiere los oscuros dotes del rechazo. Casi maquinalmente mis ojos intentan seguir la fuente del zumbido para lograr convencerme de la imagen que ya se ha formado en mi cabeza.
Efectivamente, doy por hecho que mis suposiciones eran ciertas, y que ese maldito zumbido provenía de un insecto.
La reacción inmediata que experimento es buscar la forma de eliminar a ese ser, aplastándolo con lo primero que encuentre. En este punto caben varias consideraciones argumentativas del por qué de tal reacción tan propia y cotidiana en la gente. Intolerancia e irrespeto son los primeros calificativos que se me ocurren ante tales acciones. Lo siguiente que se me ocurre es cuán despreciables somos por el hecho de considerar deliberadamente y por fugaces instantes, que otras formas de vida como los insectos nos estorban o perturban lo suficiente para ser eliminados; es decir decidimos sobre la vida de otros organismos por nuestra arrogancia y supuesta superioridad.
Es así como nuevamente pongo en tela de duda nuestra racionalidad tan característica, pero a la vez admito que yo tampoco dejo de pertenecer a este grupo de humanos abusivos y desalmados que se permiten despreciar diversas formas de vida, y eliminarlas como ¨ïnsectos¨, y tan sólo por nuestra maldita irritabilidad.