martes, 30 de septiembre de 2014

Entrelazar


El vistoso juego de la luz y los cuerpos encierra siempre un agradable misterio. Nos observa, nos relata detalles, es una gama de posibilidades que exhorta a encontrarse con aquello que nos sonríe sutil y silenciosamente desde escenarios poco apreciados, aquellos que no son hallados por observadores para una interacción que a ambos permitiría compartir un universo común, que a ambos permitiría el ser junto al otro.

Están ahí  pero no, a veces esto resulta confuso y concebirlo requiere de relativo esfuerzo. Es contradicción permanente que deja a ese concepto de certeza totalmente inutilizable

¿Entonces, qué es en verdad lo visible?

Definitivamente lo que nos asombra y atrapa en su apasionante esencia que lejos de necesitar explicación, pasa a coexistir con lo que sentimos y a la vez somos. Hilvanando todo ese conjunto de percepciones el ánimo empieza a asociar las experiencias y las vuelve significativas, imborrables, únicas, al punto de formar un complejo tejido en el que la artífice empalma cada segmento con suma firmeza.





El inconveniente de lo breve se hace presente, los lugares se desvanecen y sólo existen para las sensibles memorias que intuitiva y celosamente supieron registrarles en algún aposento virtual. Pese a la cohesión precisa pero no por ello menos delicada, tal entramado que describe vida puede desvanecerse debido a ciertas indeseables perturbaciones, deshaciendo una labor de mucha finura y elegancia que paulatinamente se ausenta del horizonte de lo significativo.

Luego se desprende de la memoria y así permite apreciar su esencial fragilidad y es que sin el ímpetu de sujeción todo resulta en una telaraña vaciada en la que la protagonista se ha visto reducida al plano de lo ignorable, tal y como las sensaciones que siendo vitales pierden valor y se diluyen, porque su motor fundamental se ha desvanecido entre lo intrascendente.

Porque lo vivo es un encadenamiento precioso que no podemos desequilibrar, es necesario predisponer a todos nuestros sentidos para retomar esa arañable fascinación por la vida y volver a conocerla como lo perfecta que en verdad es y no como una carga en que muchas veces nuestra especie la supo convertir.